El perro de peluche que me acompaño durante mi infancia
todo lleno de mugre por mi impertinente curiosidad,
y con un vocabulario mas extenso que cualquier otro peluche de su edad.
Las horas interminables de falacia patética
con cualquier objeto que tuviera a mi alcance,
jugando, conversando o llorando.
Las constantes expediciones de caminata imaginativa
descubriendo cosas diferentes en los mismos lugares.
Las eternas noches en vela
sangrando sobre las páginas de mis cuadernos personales,
consumido por la soledad
y viciado por la depresión.
La primera vista de tus ojos
tan profundos, tan brillantes
y ver mi futuro reflejado en ellos.
Los segundo preciosos de tu compañía,
retratados todos en una sola imagen
que perdure para siempre.